A través de las palmas de mis manos, extendidas, derramándose sobre el hielo, sobre la suavidad y la tibieza de una tempestad ya en calma, me veo.
Ahí, donde reposó mi cabeza, acaricio los restos de mí.
No reposó, sin embargo, mi alma... ella siempre rebasa los límites de la calma.
Mi espíritu, esa maraña de pensamientos intimidante y afilada, en aspecto y en palabras.
¿Qué esperar de alguien que se dedica a dudar, a temer, a probar, a tensar, a morder?
Esa maraña, araña, patraña podrida,mordida, dolida, que se olvida.
Es el muro, la frontera entre el silencio y el grito, entre el gozo y el arrepentimiento... quiere hacer creer que baila, cuando en realidad sólo lucha por librarse de la caída.
Siempre.
Elena Delgado.

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