domingo, 31 de diciembre de 2017

Año nuevo, ¿vida nueva?

En esta noche en la que en cualquier lugar nos encontramos en las redes leyendo frases más o menos profundas sobre el pasado año y el que viene, felicitaciones, etc...yo me paro y como siempre, intento vivir el presente.

El momento presente, la vida que está, el ahora prolongado... diferentes nombres, la misma sensación. Nuestra existencia no es más que un momento en suspenso durante determinados años, que elegimos vivir de una manera o de otra, unos con más libertad, otros con menos. 

A los que os habéis detenido a leer esto, os invito a reflexionar... ¿qué hacemos, cada uno en nuestro presente, en nuestra vida, para vivir plenos, para ser fieles a este regalo de inmensa e inexplicable belleza...?
Yo comienzo este año, en el momento presente, tal y como el anterior, con muchas ganas de vivir, de viajar, de aprender y experimentar.
A veces me siento muy agotada, desanimada y  sola, pero si he aprendido algo he aprendido este 2017 es a saborear la tranquilidad y el sosiego de la soledad, he aprendido que si le tengo miedo, es porque me tengo miedo, porque he pasado muchos años sin reflexionar, sin conocerme, sin pasar tiempo conmigo misma, sin apreciar mis propios esfuerzos, siempre exigiéndome más y más, creyendo que eso era lo que tenía que hacer... cuando en esta vida hay que, simplemente, caminar... disfrutando de las estupendas vistas y de la compañía que hayamos elegido.
Os dejo que esta canción que acabo de descubrir, de una de mis bandas preferidas, Foo Fighters:
https://www.youtube.com/watch?v=L7wCa3Qyi7s

Feliz presente a todos.


Elena Delgado

viernes, 29 de diciembre de 2017

Cuéntame un cuento...

Isabel Allende (https://www.isabelallende.com/) ha sido una escritora clave en mi vida.
Su estilo a la hora de escribir, transmitiendo toda clase de sensaciones y emociones de una manera clara, precisa y sencilla hace que cualquier persona, más aficionada a la lectura o menos, desconecte por unos minutos de su mundo para meterse de lleno en el de sus historias.
En esta entrada os dejo una pequeña biografía suya y uno de los muchos relatos que me han emocionado durante todos estos años de lectura desde que me enamoré de "La Casa de los Espíritus" cuando tenía aproximadamente 10 años.


Biografía de Isabel Allende

Isabel Allende Llona, escritora chilena, nació el 2 de agosto de 1942 en Lima, Perú.
Hija de Francisca Llona Barros y Tomás Allende, en ese momento segundo secretario de la embajada de Chile. Su padre fue primo hermano de Salvador Allende, presidente de Chile desde 1970 hasta 1973.En 1945, después de que su progenitor desapareciera, se trasladó con sus tres hijos a Santiago, Chile, donde residieron hasta 1953.

Asistió a diversos colegios privados y viajó por varios países antes de regresar a Santiago para concluir sus estudios y trabajar en la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
A los diecisieteaños se inicia como periodista.
En 1962 se casa con Miguel Frías y al año siguiente nace su hija Paula. En 1966, tras viajar por Europa regresa a Chile y nace su hijo Nicolás.
Dos años después de 1973, se vio obligada a abandonar su país y partir como exiliada en Caracas, cuando Salvador Allende fue derrocado durante el golpe militar encabezado por el General Augusto Pinochet Ugarte.
Fue en el exilio donde escribió su primera novela, La casa de los espíritus (1982), una crónica familiar con recuerdos de infancia, aquellos que poblaron la vieja casona habitada por sus abuelos. Le sigue De amor y de sombra en la cual narra la aparición en una mina del norte de Chile de los cuerpos de campesinos asesinados por los servicios de seguridad de la dictadura. En 1987 se divorcia de Miguel Frías y publica Eva Luna y en 1991 aparece El plan infinito, basada en la vida de William Gordon, con quien se casó. Más tarde escribió Paula en la que describe la terrible enfermedad que terminó con la vida de su hija. El 21 de abril de 1998 presentó Afrodita en Barnes & Nobles en New York. El 29 de enero de 1999 presentó en España Hija de la fortuna. el 2000 publica Retrato en sepia.
Residió en San Rafael, (California) durante más de quince años y obtuvo la ciudadanía estadounidense en 2003.
En mayo de 2007 fue Doctor a Honoris Causa por la Universidad de Trento (Italia) en "lingue e letteratture moderne euroamericane". En septiembre de 2010, fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura de Chile por "la excelencia y aporte de su obra a la literatura, la que ha concitado atención en Chile y en el extranjero, y también ha sido reconocida por múltiples distinciones y ha revalorizado el papel del lector". En junio de 2011 es galardonada con el premio Hans Christian Andersen de literatura.


Obras


Novelas:
La casa de los espíritus — 1982
De amor y de sombra — 1984
Eva Luna — 1987
El plan infinito — 1991
Hija de la fortuna — 1998
Retrato en sepia — 2000
La ciudad de las bestias — 2002
El reino del dragón de oro — 2003
El bosque de los pigmeos — 2004
El Zorro: Comienza la leyenda — 2005
Inés del alma mía — 2006
La isla bajo el mar — 2009
El cuaderno de Maya — 2011
El juego de Ripper — 2014
El amante japonés — 2015
Más allá del invierno — 2017


Relatos
La gorda de porcelana — 1984
Cuentos de Eva Luna — 1990
Autobiográficos
Paula — 1994
Afrodita — 1997
Mi país inventado — 2003
La suma de los días — 2007


Teatro
El embajador — 1971
La balada del medio pelo — 1973
La casa de los siete espejos — 1975



Cuéntame un cuento.

Te quitabas la faja de la cintura, te arrancabas las sandalias, tirabas a un rincón tu amplia falda, de algodón, me parece, y te soltabas el nudo que te retenía el pelo en una cola. Tenías la piel erizada y te reías. Estábamos tan próximos que no podíamos vernos, ambos absortos en ese rito urgente, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Me abría paso por tus caminos, mis manos en tu cintura encabritada y las tuyas impacientes. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invencibles, me decías mil veces ven con los labios sobre los míos. En el instante final teníamos un atisbo de completa soledad, cada uno perdido en su quemante abismo, pero pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego para descubrirnos abrazados en el desorden de los almohadones, bajo el mosquitero blanco. Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos. A veces te sentabas a mi lado, con las piernas recogidas y tu chal de seda sobre un hombro, en el silencio de la noche que apenas comenzaba. Así te recuerdo, en calma. Tú piensas en palabras, para ti el lenguaje es un hilo inagotable que tejes como si la vida se hiciera al contarla. Yo pienso en imágenes congeladas en una fotografía. Sin embargo, ésta no está impresa en una placa, parece dibujada a plumilla, es un recuerdo minucioso y perfecto, de volúmenes suaves y colores cálidos, renacentista, como una intención captada sobre un papel granulado o una tela. Es un momento profético, es toda nuestra existencia, todo lo vivido y lo por vivir, todas las épocas simultáneas, sin principio ni fin. Desde cierta distancia yo miro ese dibujo, donde también estoy yo. Soy espectador y protagonista. Estoy en la penumbra, velado por la bruma de un cortinaje traslúcido. Sé que soy yo, pero yo soy también este que observa desde afuera. Conozco lo que siente el hombre pintado sobre esa cama revuelta, en una habitación de vigas oscuras y techos de catedral, donde la escena aparece como el fragmento de una ceremonia antigua. Estoy allí contigo y también aquí, solo, en otro tiempo de la conciencia. En el cuadro la pareja descansa después de hacer el amor, la piel de ambos brilla húmeda. El hombre tiene los ojos cerrados, una mano sobre su pecho y la otra sobre el muslo de ella, en íntima complicictad. Para mí esa visión es recurrente e inmutable, nada cambia, siempre es la misma sonrisa plácida del hombre, la misma languidez de la mujer, los mismos pliegues de las sábanas y rincones sombríos del cuarto, siempre la luz de la lámpara roza los senos y los pómulos de ella en el mismo ángulo y siempre el chal de seda y los cabellos oscuros caen con igual delicadeza. Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer. Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces muy cercanas. -Cuéntame un cuento -te digo. -¿Cómo lo quieres? -Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.





lunes, 11 de diciembre de 2017

Reflexión acerca de la felicidad - Osho.

Estos textos son de mis favoritos de los libros que he leído de Osho (https://es.wikipedia.org/wiki/Osho_(Bhagwan_Shri_Rashnish).

Sobre él he escuchado variadas opiniones, todas diferentes. Su personalidad, su forma de transmitir y enseñar, congruencia entre su forma de vivir y sus predicaciones, etc...
La mía, más allá de lo que fuera su carácter o concretamente su persona, es que en sus libros se pueden encontrar reflexiones tan directas y explícitas sobre elementos abstractos y líquidos en nuestra vida y que a mí me han ayudado, como es el concepto de felicidad, la alegría, el sentido de la vida, etc.
Aquí os dejo unos cuántos párrafos que me parecieron de lo más acertados:


La realidad
Esa neurosis que llamamos sociedad, civilización, cultura, educación, esa neurosis posee una estructura muy sutil. La estructura es así: te aporta ideas simbólicas de modo que la realidad se va nublando poco a poco, no ves lo real y empiezas a adherirte a lo irreal. La sociedad te dice, por ejemplo, que seas ambicioso; eso te ayuda a ser ambicioso. La ambición significa vivir en la esperanza, en el mañana. La ambición significa que hay que cambiar el hoy por el mañana. El día de hoy es todo lo que hay; el ahora es el único tiempo en el que eres, el único tiempo en el que serás. Si quieres vivir, es ahora o nunca. Pero la sociedad te hace ambicioso. Te envenenan desde la infancia, desde que empiezas a ir al colegio te incitan a ser ambicioso: hazte rico, sé poderoso, sé alguien. Nadie te dice que ya posees la capacidad de ser feliz. Todos te dicen que sólo tendrás la capacidad de ser feliz si cumples ciertas condiciones: tener suficiente dinero, una casa grande, un coche grande, esto y lo de más allá; sólo así puedes ser feliz. La felicidad no tiene nada que ver con esas cosas. La felicidad no es algo que se consiga; es tu naturaleza misma. Los animales son felices sin dinero. No son Rockefeller. Y ningún Rockefeller es tan feliz como un ciervo o un perro. Los animales no tienen poder político -no son ni presidentes ni primeros ministros-, pero son felices. Los árboles son felices; si no, habrían dejado de dar flor. Siguen dando flor; la primavera sigue llegando. Siguen bailando, cantando, ofreciendo su ser a los pies de lo divino. Su oración es continua; no cesan en su culto. Y no van a ninguna iglesia; no les hace falta. Dios va a ellos. En el viento, en la lluvia, en el sol, Dios va a ellos. Únicamente el hombre no es feliz, porque el hombre vive en medio de la ambición, no de la realidad. La ambición es una trampa, una trampa para distraerte. La vida real ha sido sustituida por la vida simbólica.


Las raíces de la desdicha
El ser humano desea ser feliz, y por eso crea la desdicha. Si quieres salir de esa desdicha, tendrás que abandonar tu deseo de felicidad; así nadie podrá hacerte desdichado. Ahí es donde falla Freud. No comprendió que el deseo mismo de felicidad puede ser la causa del sufrimiento. ¿Cómo ocurre esto? En primer lugar, ¿por qué deseas la felicidad? ¿Y qué te produce ese deseo de felicidad? En el mismo momento en que empiezas a desear la felicidad, te alejas del presente. Te alejas de lo existencial, te trasladas al futuro, que no está en ninguna parte, que aún no ha llegado. Te metes en un sueño. Cierto que los sueños pueden resultar muy satisfactorios. Tu deseo de felicidad es un sueño, y el sueño es irreal. Nadie puede llegar a lo real por mediación de lo irreal. Te has equivocado de tren.
El deseo de felicidad simplemente demuestra que no eres feliz en este momento. El deseo de felicidad simplemente demuestra que eres una persona infeliz. Y una persona infeliz proyecta en el futuro que alguna vez, algún día, será feliz. Esa proyección procede de la desdicha, lleva en sí las semillas mismas de la desdicha. Es algo que sale de ti; no puede ser algo distinto de ti. Es tu hijo: su cara será como la tuya; tu sangre circulará por su cuerpo. Será tu continuidad. Hoy eres infeliz. Proyectas que el mañana será feliz, pero ese mañana es una proyección tuya, de lo que eres hoy. Eres infeliz; el mañana surgirá de esa infelicidad y serás aún más infeliz. Y naturalmente, con tanta infelicidad volverás a desear más felicidad futura. Te verás atrapado en un círculo vicioso: cuanto más infeliz eres, más desearás la felicidad; cuanto más desees la felicidad, más infeliz serás. Es como la pescadilla que se muerde la cola.

La alegría
Lo que normalmente consideramos alegría no es tal alegría; en el mejor de los casos podemos llamarlo entretenimiento. Es simplemente una forma de evitarte a ti mismo. Es una forma de intoxicarte, de sumergirte en algo para olvidarte de tu sufrimiento, de tus preocupaciones, de tu angustia. Se piensa que todo tipo de entretenimiento te trae alegría, pero no es así. Todo lo que venga de fuera no es alegría, ni puede serlo. Todo lo que depende de algo no es ni puede ser alegría. La alegría surge de tu interior. Es algo completamente independiente de las circunstancias externas. Y no es una huida de sí mismo; es encontrarse consigo mismo. La alegría surge únicamente cuando vuelves a casa. De modo que lo que se suele llamar alegría es justo lo contrarío, lo diametralmente opuesto: no es alegría. En realidad buscas diversiones porque no estás alegre. Máximo Gorki, uno de los grandes novelistas rusos, fue a América. Le enseñaron un montón de cosas que habían inventado los americanos para divertirse, para olvidarse de sí mismos. El guía de Gorki esperaba que le encantara todo aquello. Pero cuanto más le enseñaban a Gorki, más triste parecía. El guía le preguntó: -¿Qué ocurre? ¿No lo entiende? Gorki dijo: -Lo entiendo… y por eso estoy triste. Parece que en este país no existe la alegría, porque si no, no necesitarían tantas diversiones. Sólo las personas tristes necesitan diversiones. Cuanto más triste se hace el mundo, más necesitamos la televisión, las películas, las ciudades de oropel y tantas y tantas cosas. Cada día necesitamos más el alcohol, cada día necesitamos más clases de drogas, para evitar la desdicha en la que vivimos, para no enfrentarnos a la angustia en la que vivimos, para olvidarlas. Pero olvidando no se consigue nada.

La dicha
Busca la dicha; es tu derecho inalienable. No sigas perdido en la jungla de los placeres; elévate un poco. Ve en busca de la felicidad y después de la dicha. El placer es animal; la felicidad es humana; la dicha, divina. El placer te ata, es una esclavitud, te encadena. La felicidad te afloja un poco la cuerda, te da un poco de libertad, pero solo un poco. La dicha es la libertad absoluta. Empiezas a avanzar hacia arriba; te da alas. Dejas de formar parte de la grosera tierra; pasas a formar parte del cielo. Te conviertes en luz, en alegría.

El placer depende de los demás. La felicidad no depende de otros, pero de todos modos es algo distinto de ti. La dicha no depende de nada, ni es nada distinto de ti; es tu ser mismo, es tu naturaleza misma.
Buda Gautama dice: «Existe el placer y existe la dicha. Renuncia a lo primero para poseer lo segundo».
Medita sobre esto lo más profundamente posible, porque contiene una de las verdades más fundamentales. Hay que comprender estas cuatro palabras, reflexionar sobre ellas. La primera es placer, la segunda, felicidad, la tercera, alegría, y la cuarta es dicha.



Elena Delgado

jueves, 7 de diciembre de 2017

Reflejos oscuros

Escrito con fecha de 9 de mayo de 2016, algo oscuro, como dice su título.

Espejos.
Los demás no son otra cosa
que espejos.

Donde me miro, creyendo que ellos lo hacen
de la misma manera.

Demasiadas veces me encuentro aturdida
por un inmenso deseo de 
destruirlos.

De romperlos.

De hacerlos pedazos.

Sobre todo cuando me mantienen la mirada
Con intensidad.

1,2,3 segundos.

¿Cómo se atreven a mirarme así?

Y en realidad es así, como yo me veo.

Elena Delgado.

martes, 5 de diciembre de 2017

¿Es malo el egoísmo...?

Anoche entablé una conversación de lo más interesante donde salío a relucir la pregunta del título de esta entrada... ¿es malo el egoísmo?
Yo pensaba que SI, desde luego, sin lugar a dudas, a quién se le puede ocurrir cuestionar esto, etc... pues bueno, aquí viene como siempre mi querido Jorge Bucay (https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Bucaya desmontar argumentos y a dar un giro de tuerca a todo lo preestablecido.
Os dejo un fragmento de uno de sus libros, titulado "De la autoestima al egoismo", donde se han transcrito varias de sus charlas en grupo, de ahí el formato de diálogo. 

Espero que lo disfrutéis y os haga plantearos qué es el egoísmo...
PD: Es un poco largo, pero de este hombre poco se puede desechar... 


(...)Pensar que esta inalterabilidad de la estructura de personalidad me impide cambiar es, en muchos casos, sólo una excusa. Me refiero a aquellos que dicen: “Y qué, yo nací así...”; me refiero a los otros, que esgrimen sus infancias lúgubres de padres siniestros; hablo de todos los que encuentran en esa confusión un argumento más para justificar sus conductas miserables con el afuera. Es probable que muchos de nosotros no hayamos recibido de nuestros padres suficiente valoración, aceptación, autonomía, respeto, orgullo o reconocimiento. 

Hay que considerar que, muchas veces, los padres están ocupados en cosas importantes. Esto no es una ironía, están ocupados, por ejemplo, en buscar dinero para darnos de comer, y por este motivo descuidan algunos de aquellos aspectos. Esto es entendible, aunque muchas veces no nos alcance con la comprensión. Pero entonces no nos dieron ese reconocimiento, ¿estamos perdidos? 

Si la autoestima depende, en principio, del cuidado y de la valoración de nuestros padres, parecería que, si ellos nos descuidaron en ese sentido, realmente estamos perdidos. Pero no, no lo estamos, porque si uno no ha recibido ese mensaje, puede aprenderlo más adelante. De manera que aquel aprendizaje que no se hizo en la infancia, puede y debe realizarse después. Es más, no hay ningún problema en que así sea. Eso sí, voy a tener que ser yo el que busque los lugares dónde encontrarme valioso, aceptado, autónomo, respetado, orgulloso y reconocido, para poder adquirir, a partir de allí, la conciencia de mi propio valor”.

“Hay dos mecanismos por los cuales se enseña la autoestima a los hijos. Uno, el clásico, que nuestros padres nos hayan sabido y podido aportar aquella atención y cuidados que enumeramos a partir de la palabra VALOR. Y el otro, más sutil pero tan determinante como el primero, el modelo a imitar que los padres muestran a sus hijos.

 La autoestima por imitación se aprende viendo la autoestima que mis padres tienen por sí mismos. Es decir, mis padres pueden darme todo lo que enumeramos hasta ahora, pero si ellos no se sienten valiosos, si no se aceptan verdaderamente, si no se sienten libres, si no son capaces de ponernos límites, si no están orgullosos de ser quienes son, ni son capaces de recibir lo bueno de la vida, si ellos, en fin, no tienen un buen caudal de autoestima, entonces yo no aprendo nada. 

Yo aprendo la autoestima no sólo por ser es timado, sino porque quien me estima se estima, se sabe valioso. Es decir, para que alguien pueda valorarse, es necesario que sienta no sólo que el otro lo valora sino, además, que ese otro se valora a sí mismo. ¿De qué me sirve ser valioso para alguien que no se siente valioso?”.

“Hay que entender que uno está de paso. Suponer que sólo puedo evaluarme con base en lo que consigo es una postura de la cultura del consumo y, lamentablemente conduce a forzar la falsa creencia de que sólo puedo sentirme valioso si he demostrado que valgo en relación a ciertas pautas sociales. Eso no es libertad, es justamente lo contrario. No hace falta, pues, ser de ninguna manera determinada, y menos aún determinada por el afuera. Lo único que hace falta es ser, que es muy distinto”.

“En consecuencia, egoísmo, desde el punto de vista etimológico, significa un amor por el yo que hace a esa persona preferirse por sobre las demás. Esto requiere un amor, quizá muy grande, por uno mismo. ¿Y por qué sería malo esto? ¿Por qué sería malo quererme muchísimo a mí mismo?

CHÁVELA: Porque si uno se quiere mucho a sí mismo no tiene espacio para querer a los otros.

J. B. (Alegremente.): ¡Ahí está! Eso es lo que iba a decir. Chávela siempre me ayuda. Si no hubiera estado hoy acá yo no sé cómo habría llegado a todas estas cosas. Pobre Chávela, siempre te toca que yo tome lo que dices para argumentar todo lo contrario... Pero bueno, ésa es una de las consecuencias de estar acá y de participar. Me parece muy bien, para eso uno dice “diecisiete”. Pues bien, si yo me quiero mucho a mí mismo —dice la gente por ahí, no lo dice sólo Chávela— no me queda espacio para querer a los demás. Si yo me veo a mí mismo, no dejo lugar para ver alos demás. De este modo, el problema parece no estar en que uno se quiera —en esto estamos de acuerdo— sino en la medida.

SEÑORA QUE CUCHICHEA: El problema es el amor desmedido.

 J. B. (Entusiasmado.): ¡Eso! Me quiero tanto, tanto, tanto, que no me queda espacio para querer a los demás. Dicho así, uno entiende por qué el egoísmo es una cosa tan mala. Pues, sin duda, sabemos que no es bueno para nosotros ni para la humanidad quedarnos centrados con exclusividad sobre nosotros mismos; sabemos que el ser humano es un ser social y, por lo tanto, que este lugar no nos sirve... (Al público.) ¿Estamos de acuerdo? 

PÚBLICO EN GENERAL (Voces aisladas.): Sí, sí...

 J. B.: Ahora faltaría saber si es cierto que si uno se quiere mucho a sí mismo no puede querer a los de más.En principio, les cuento que ésta es una idea graciosa. Porque supone que existe una capacidad de amar limitada, por ejemplo, 11.28 unidades internacionales de amor. Entonces, si uno pone las 11.28 unidades sobre uno mismo, ¿no le queda espacio para querer a los demás? ¿Qué es nuestra capacidad de amar? ¿Un barril? Cuando uno ya tiene un hijo y luego tiene otro, ¿tiene que dejar de querer al primero para empezar a querer al más chico? ¿De dónde se saca más capacidad de amar a un segundo hijo, a nuevos amigos o a la gente nueva de un grupo? ¿De dónde saco capacidad para amar a otros una vez que amo mucho a una persona? ¿Qué quiere decir, que si quiero mucho a mi esposa no puedo querer a ninguna otra persona en el universo porque la quiero mucho a ella? En verdad, no es así. 

Nuestra capacidad de amar, por suerte, no funciona de esta manera. No es cierto que alguien “no pueda querer a los demás” porque se quiera mucho a sí mismo. El motivo no pasa por ahí. Alguien puede no querer a los demás por ser un antisocial, un negado, un resentido, pero nunca por ser egoísta.No es por quererse mucho a sí mismo que alguien no quiere a los demás. En todo caso, el problema será averiguar por qué esa persona no puede tener esos sentimientos.

Alguien mencionó antes el orgullo como un lugar peligroso. Yo les diría que lo realmente peligroso es hacerle creer a la gente —sobre todo a los niños— que la razón de que alguien no quiera a los demás es que se quiere a sí mismo. Ante todo porque es falso, y después, porque es justamente al revés. De hecho, sabemos hoy que realmente es posible llegar a querer a otros queriéndose antes. No hay ningún amor por el otro que no empiece en el amor que uno se tiene a sí mismo. Aquel que no se quiera, no puede querer a nadie. El amor por el otro proviene de la propia capacidad de amar, que comienza con la capacidad de amarse a sí mismo. Quien dice que quiere mucho a los demás y poco a sí mismo, miente. O es mentira que quiere mucho a los demás, o es mentira que no se quiere mucho a sí mismo. Por lo tanto, los invito a renegar de esa idea definitivamente. Renegar de la idea de que si uno se quiere mucho no le queda amor para querer a otro. En todo caso, el egoísmo se define por el hecho de quererse a uno mismo por sobre los demás. Y ésta es, entonces, la definición que yo propongo establecer hoy para egoísta: Es egoísmo aquel que se prefiere a sí mismo antes que a los demás.

SEÑORA QUE CUCHICHEA: ¿Siempre?

J. B.: Siempre.

 MUJER QUE ESTUVO EN OTRA CHARLA: Excepto con los hijos.

J. B.: Absolutamente, Susana, excepto con los hijos; porque los hijos son una excepción. Yo digo simplemente que hay 2,835 libros de psicología que hablan de las relaciones entre las personas y otros 2,835 que hablan de la relación entre los padres y los hijos, y la mayor parte de las veces estos libros dicen todo lo contrario de aquéllos. Ya nos reuniremos otro día para hablar sobre la relación con los hijos; por ahora bastará saber que no hablo de ellos sino de la relación con todos los demás, con los otros. Los hijos no son “los otros” para los 24 padres; porque son vividos como si fueran uno mismo. Piensen en todas las otras relaciones, no con los hijos. Aclaro —antes de que aparezca la pregunta—: la relación con los hijos es maravillosa, pero la relación con los padres es una más.

Nuestros hijos “son especiales para nosotros, pero nosotros no somos tan especiales para ellos. En pocas palabras, la relación de incondicionalidad amorosa que tenemos con nuestros hijos, ellos son capaces de sentirla, pero la sentirán para con sus propios hijos, no con nosotros. Esto es de arriba hacia abajo, no de abajo hacia arriba; no es reversible. Los hijos no pueden sentir dicha incondicionalidad por los padres, entre otras cosas porque la tienen que reservar para el vínculo con sus hijos.

Me interesa subrayar la idea de que aquel que es egoísta no lo es porque se quiere tanto a sí mismo que no le queda espacio para querer a los demás. Repito: egoísta es aquel que siempre – no de vez en cuando, sino siempre— .se prefiere a sí mismo antes que a los demás.Y ahora viene la pregunta del millón de dólares. Esto (señala la frase inscrita en el rota folios) es ser egoísta... (gritando, con despecho). ¡¿Y qué?! ¿Es malo preferirse a uno mismo, siempre, antes que a los demás? Olvídense de los hijos, ¿estará mal? Yo me sorprendo cuando la gente se enoja por este tema. ¿Qué se supone? ¿Que si yo discuto con alguno de ustedes en este momento tengo que preferirlos a ustedes antes que a mí? ¿Alguien en esta sala puede creer que yo puedo querer alguien de aquí más de lo que me quiero a mi mismo? Sería absolutamente absurdo. 

Cuando yo me relaciono con mi esposa, a quien quiero más que a ninguna otra persona en el mundo, ¿significa esto que la tengo que querer a ella más que a mí? Piensen. ¿Por qué estoy con ella? Estoy con ella, en realidad, porque sé de nuestra relación, porque sé lo que hace en mí el amor que siento por ella, no por lo que le hace a ella. Yo no estoy con ella para hacerle un favor. No lo hago por ella; estoy con ella por mí. 

Estar con el otro por el otro, pensar que la grandeza de ese amor implica en buenos términos el sacrificio de renunciar a uno mismo, es una idea siniestra. Me refiero a aquellas personas que dicen, por ejemplo: “Porque esto lo hago por ti, quiero que sepas que lo hago por ti”. ¿Saben qué hace la persona que dice eso? Agarra una libreta y anota, para poder pasarle una factura después: “10 de octubre de 1998, fui a ver la charla del idiota ese, y fui por ti, así que me debes una”. Y “me debes una” significa: “La próxima vez que yo quiera que vayas a un lugar donde tú no quieres ir tienes que venir de todas maneras porque yo fui aquel día a la charla de ese tarado”.

 PÚBLICO EN GENERAL: (Risas.)

J. B.: Cuidado con estos manejos. A mi juicio, cada uno de ustedes debería transitar el espacio mejor de la autoestima y el egoísmo, que implica preferirse por encima de los otros. Alguien podría preguntar, dentro de este razonamiento, qué lugar ocupa la solidaridad. Porque es indudable que la solidaridad es importante. Y la pregunta sería correcta, porque la idea de solidaridad no es tan lejana a la de egoísmo como se supone. Cuando definíamos egoísmo, Carlos dijo que era lo contrario de altruismo. Dijiste eso, ¿verdad?

JOSÉ: Si, pero no soy Carlos, soy José.

 J. B.: Ah... José. ¿Quién es Carlos?

ESTUDIANTE DE PRIMERA FILA: YO.

 J. B.: Carlos, ¿no crees que el egoísmo se puede definir como lo contrario de altruismo? 

CARLOS (Dubitativo.): ...Sí.

 J. B.: Bien, como decía yo. Carlos dijo que egoísmo era lo contrario de altruismo, después José lo puso en palabras.

PÚBLICO EN GENERAL: (RÍSAS.)

J. B.: En efecto, altruismo —esto es, ahora lo sabemos, preferir al otro antes que a mí— sería lo contrario de egoísmo. Y, por supuesto, yo lo considero enfermizo y sostengo, además, que no es necesario ser altruista para ser solidario, por lo menos cuando uno es un adulto sano. Hay dos etapas en la vida de un individuo que yo, esquemáticamente, las llamo de ida y de vuelta. Para estar de vuelta hace falta haber ido, haber pasado por cierta experiencia. Uno sabe cuándo realmente está de vuelta, pero se puede ir dando cuenta. Mamerto Menapache, el sacerdote cordobés, dice que cuando alguien de dieciocho años afirma que “está de vuelta piensa: “No debe haber llegado muy lejos...”

EGOÍSTA: SIEMPRE SE PREFIERE A SI MISMO ANTES QUE A LOS DEMÁS

PÚBLICO EN GENERAL: (RISAS.)

J. B.: Hace falta cierto tiempo— vivido para darse cuenta de esa vuelta. Cuando yo estoy de ida, por supuesto si soy un buen tipo, creo que hay que ser solidario. ¿Y por qué creo esto? Porque pienso cosas como éstas: “Yo podría ser ése que sufre...mañana, cuando yo sufra, otro debe pensar en mí y ayudarme”, “Me siento culpable si no ayuda esto es (señalando hacia arriba con el dedo) lo que me enseñaron mis padres”, “Me da miedo el castigo que voy a recibir del jefe si no ayudo y si no soy solidario”, etcétera. Éstas son las razones que tengo. Y esas mismas razones son egoístas. Porque, como es obvio, termino siendo solidario por mi mismo. Soy yo el que se sentiría mal si no lo hiciera; no son razones referidas al otro. Pero hay un momento en el que uno se da cuenta de la verdadera relación y el verdadero lugar que tiene en el mundo, pega la vuelta y se regresa - como todos los héroes mitológicos, uno también regresa. Y cuando vuelve, le pasa algo de lo más maravilloso que le puede pasar a una persona. Uno “descubre” finalmente el placer que se siente al hacer algo por alguien, por alguien que uno quiere o por alguien que uno ni conoce. Descubro, por fin, el profundo placer que me produce a mí mismo hacer algo por otra persona. Entonces, comprendo el valor que tiene ser egoísta, y digo: “Yo soy tan egoísta, que como me da tanto placer ayudarte, te voy ayudar. Porque yo quiero, porque a mí me da placer”. 

Los hawaianos tienen un idioma con muchas menos palabras que las nuestras. Una de ellas, la que se usa para agradecerle a otro, es la palabra majal, que quiere decir te agradezco mucho. Y para responder a ese agradecimiento tiene una palabra —como nuestro “de nada”—, y esa palabra también es majal. Cuento esto porque, en el contexto de ese lenguaje, está queriendo significar muy claramente que cuando uno hace algo por alguien, también es uno el que agradece al otro haberle permitido hacer algo por él. Es decir que también es uno el que disfruta el placer de haber podido ayudar a alguien. Majal/Majal significa te agradezco que me hayas ayudado/te agradezco que me hayas dejado ayudarte. — Porque, en última instancia, en este proceso donde uno ayuda a otro, los dos ganan. Pensar que si alguien ayuda a otra persona renuncia pierde algo, o pensar que para poder ayuda a otro hay que sacrificarse, son ideas siniestras, conducen, lo que es peor aún, a concebir el amor en términos de sacrificio. El amor, justamente, es todo lo contrario, el amor consiste en no vivir sacrificadamente. Hay que tener en cuenta aquellas cosas que uno hace con el amor. El amor consiste no vivir sacrificadamente. Hay que tener en cuenta aquellas cosas que hace con el amor. El amor consiste en que uno pueda disfrutar de aquellas cosas que hace por el otro egoístamente, porque se prefiere a a sí mismo antes que al otro. Y porque alguien se prefiere a sí mismo decide hacer determinadas cosas por el otro. Incluso es esto lo que al otro más le puede servir.

La única ayuda que no genera deuda es la ayuda dada por el placer de ayudar.

Créanlo o no, no hay nadie en la vida de ustedes que sea más importante que ustedes. Alguno podrá decirme: “Pero, doctor,.. ¿Y la virtud? ¿Y la doctrina social, y la Iglesia, y el judaísmo, y el Islam, que dicen: Amaras a tu prójimo como a ti mismo? ¿Qué?”. Pues bien, dice “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, no dice “más que a ti mismo”. ¿Saben por qué no dice más? Porque ese concepto remite a la idea de excelencia, de máxima perfección, no a lo cotidiano. Ese lema señala lo que hay que lograr, lo máximo que un individuo puede sentir. Hacia allá nos dirigimos. Pero la sabiduría de nuestros ancestros de muestra que ellos ya sabían que esto era una idea. Y que, en realidad, el parámetro de la medida se apoya en lo que uno es capaz de querer se a si mismo. Y después, intentar, hacer lo posible, trabajar, para ver si se puede llegar a querer al otro como a uno mismo. Y esto nos lleva por última vez a mi asistente personal en esta charla: ¡Chávela!

PÚBLICO EN GENERAL: (Risas.)

 J. B.: Porque Chávela dijo, allá y entonces, que el egoísta cree que todo gira alrededor de él; cree que él es el centro del mundo. El egoísta —aseguraba Chávela hace un rato— es un egocéntrico. (A Chávela.) Y yo odio decirte esto, Chávela, pero... ¡Estoy de acuerdo! (Irónico.) Nada me molesta más que arruinar un profundo desacuerdo con algún acuerdo ocasional...

PÚBLICO EN GENERAL: (RÍSAS.)


J. B.: Sin embargo, es necesario que antes de terminar diferenciemos el egocentrismo de la egolatría. Egocentrismo es sentirse el centro del mundo. Y, en verdad, tampoco considero que esto sea malo. Porque uno es el centro del mundo, pero ¿de qué mundo? Atención, del mundo que uno habita, de su mundo. Entendámoslo así: el mundo de tu todas las cosas que quiero y conozco tiene centro en mí, y el mundo de todas las cosas de Chávela tiene centro en Chávela. Esto es, cada uno de nosotros es el centro del mundo en el que vive, y todas las cosas que pasan alrededor de uno pasan necesariamente por uno.  

Egolatría es otra cosa. Egolatría es creerse que uno es el centro del mundo o de la vida del otro. Y eso es lo complicado. Lo siniestro, lo perverso, lo terrible es la egolatría, no el egocentrismo. Porque el ególatra (egolatría quiere decir deificar el yo) cree que es un Dios, se cree superior. El problema empieza en cuanto algunos suponen que los demás tienen la obligación de quererlos a ellos. Una cosa es que yo sepa ser el centro del mundo en el que vivo, y que Sara es el centro del mundo donde vive ella, y que Miguel es el centro del mundo donde vive, y que Susana es el centro de su mundo, y otra cosa muy diferente que yo crea que soy el centro del mundo donde viven todos ustedes. Eso es egolatría, eso es vanidad eso es lo que no sirve. 
Pero tampoco sirve despreciarse dejando que el otro sea el centro de la vida de uno. Si yo decido que José sea el centro de mi vida no importa a qué distancia ande yo de José, siempre estaré girando alrededor de él. Si el dinero que gano es el centro de mi existencia, mi existencia girara alrededor del dinero. Lo mismo ocurre con el poder, con el sexo o con la gloria. La única manera de no vivir girando alrededor de alguien es ser el centro de mi propia vida. El centro de mi propio mundo. Y entonces, cuando yo sé esto y José lo sabe, y José y yo nos encontramos seremos dos mundos que se encuentran, el mío con centro en mí y el de José con centro en él. 

El amor no está EN nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia... Si te amo, lo mejor que puedo hacer es bajar para construir la manera en que los dos vivamos juntos el mayor de los placeres: el encuentro. Un encuentro donde tú sepas que estoy al lado porque me quiero y me prefiero; y donde yo sepa, que estás al lado mío porque, haciendo uso de tus mejores egoísmos, me elegiste para estar contigo”.