viernes, 29 de diciembre de 2017

Cuéntame un cuento...

Isabel Allende (https://www.isabelallende.com/) ha sido una escritora clave en mi vida.
Su estilo a la hora de escribir, transmitiendo toda clase de sensaciones y emociones de una manera clara, precisa y sencilla hace que cualquier persona, más aficionada a la lectura o menos, desconecte por unos minutos de su mundo para meterse de lleno en el de sus historias.
En esta entrada os dejo una pequeña biografía suya y uno de los muchos relatos que me han emocionado durante todos estos años de lectura desde que me enamoré de "La Casa de los Espíritus" cuando tenía aproximadamente 10 años.


Biografía de Isabel Allende

Isabel Allende Llona, escritora chilena, nació el 2 de agosto de 1942 en Lima, Perú.
Hija de Francisca Llona Barros y Tomás Allende, en ese momento segundo secretario de la embajada de Chile. Su padre fue primo hermano de Salvador Allende, presidente de Chile desde 1970 hasta 1973.En 1945, después de que su progenitor desapareciera, se trasladó con sus tres hijos a Santiago, Chile, donde residieron hasta 1953.

Asistió a diversos colegios privados y viajó por varios países antes de regresar a Santiago para concluir sus estudios y trabajar en la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
A los diecisieteaños se inicia como periodista.
En 1962 se casa con Miguel Frías y al año siguiente nace su hija Paula. En 1966, tras viajar por Europa regresa a Chile y nace su hijo Nicolás.
Dos años después de 1973, se vio obligada a abandonar su país y partir como exiliada en Caracas, cuando Salvador Allende fue derrocado durante el golpe militar encabezado por el General Augusto Pinochet Ugarte.
Fue en el exilio donde escribió su primera novela, La casa de los espíritus (1982), una crónica familiar con recuerdos de infancia, aquellos que poblaron la vieja casona habitada por sus abuelos. Le sigue De amor y de sombra en la cual narra la aparición en una mina del norte de Chile de los cuerpos de campesinos asesinados por los servicios de seguridad de la dictadura. En 1987 se divorcia de Miguel Frías y publica Eva Luna y en 1991 aparece El plan infinito, basada en la vida de William Gordon, con quien se casó. Más tarde escribió Paula en la que describe la terrible enfermedad que terminó con la vida de su hija. El 21 de abril de 1998 presentó Afrodita en Barnes & Nobles en New York. El 29 de enero de 1999 presentó en España Hija de la fortuna. el 2000 publica Retrato en sepia.
Residió en San Rafael, (California) durante más de quince años y obtuvo la ciudadanía estadounidense en 2003.
En mayo de 2007 fue Doctor a Honoris Causa por la Universidad de Trento (Italia) en "lingue e letteratture moderne euroamericane". En septiembre de 2010, fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura de Chile por "la excelencia y aporte de su obra a la literatura, la que ha concitado atención en Chile y en el extranjero, y también ha sido reconocida por múltiples distinciones y ha revalorizado el papel del lector". En junio de 2011 es galardonada con el premio Hans Christian Andersen de literatura.


Obras


Novelas:
La casa de los espíritus — 1982
De amor y de sombra — 1984
Eva Luna — 1987
El plan infinito — 1991
Hija de la fortuna — 1998
Retrato en sepia — 2000
La ciudad de las bestias — 2002
El reino del dragón de oro — 2003
El bosque de los pigmeos — 2004
El Zorro: Comienza la leyenda — 2005
Inés del alma mía — 2006
La isla bajo el mar — 2009
El cuaderno de Maya — 2011
El juego de Ripper — 2014
El amante japonés — 2015
Más allá del invierno — 2017


Relatos
La gorda de porcelana — 1984
Cuentos de Eva Luna — 1990
Autobiográficos
Paula — 1994
Afrodita — 1997
Mi país inventado — 2003
La suma de los días — 2007


Teatro
El embajador — 1971
La balada del medio pelo — 1973
La casa de los siete espejos — 1975



Cuéntame un cuento.

Te quitabas la faja de la cintura, te arrancabas las sandalias, tirabas a un rincón tu amplia falda, de algodón, me parece, y te soltabas el nudo que te retenía el pelo en una cola. Tenías la piel erizada y te reías. Estábamos tan próximos que no podíamos vernos, ambos absortos en ese rito urgente, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Me abría paso por tus caminos, mis manos en tu cintura encabritada y las tuyas impacientes. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invencibles, me decías mil veces ven con los labios sobre los míos. En el instante final teníamos un atisbo de completa soledad, cada uno perdido en su quemante abismo, pero pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego para descubrirnos abrazados en el desorden de los almohadones, bajo el mosquitero blanco. Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos. A veces te sentabas a mi lado, con las piernas recogidas y tu chal de seda sobre un hombro, en el silencio de la noche que apenas comenzaba. Así te recuerdo, en calma. Tú piensas en palabras, para ti el lenguaje es un hilo inagotable que tejes como si la vida se hiciera al contarla. Yo pienso en imágenes congeladas en una fotografía. Sin embargo, ésta no está impresa en una placa, parece dibujada a plumilla, es un recuerdo minucioso y perfecto, de volúmenes suaves y colores cálidos, renacentista, como una intención captada sobre un papel granulado o una tela. Es un momento profético, es toda nuestra existencia, todo lo vivido y lo por vivir, todas las épocas simultáneas, sin principio ni fin. Desde cierta distancia yo miro ese dibujo, donde también estoy yo. Soy espectador y protagonista. Estoy en la penumbra, velado por la bruma de un cortinaje traslúcido. Sé que soy yo, pero yo soy también este que observa desde afuera. Conozco lo que siente el hombre pintado sobre esa cama revuelta, en una habitación de vigas oscuras y techos de catedral, donde la escena aparece como el fragmento de una ceremonia antigua. Estoy allí contigo y también aquí, solo, en otro tiempo de la conciencia. En el cuadro la pareja descansa después de hacer el amor, la piel de ambos brilla húmeda. El hombre tiene los ojos cerrados, una mano sobre su pecho y la otra sobre el muslo de ella, en íntima complicictad. Para mí esa visión es recurrente e inmutable, nada cambia, siempre es la misma sonrisa plácida del hombre, la misma languidez de la mujer, los mismos pliegues de las sábanas y rincones sombríos del cuarto, siempre la luz de la lámpara roza los senos y los pómulos de ella en el mismo ángulo y siempre el chal de seda y los cabellos oscuros caen con igual delicadeza. Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer. Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces muy cercanas. -Cuéntame un cuento -te digo. -¿Cómo lo quieres? -Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.





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