Estos textos son de mis favoritos de los libros que he leído de Osho (https://es.wikipedia.org/wiki/Osho_(Bhagwan_Shri_Rashnish).Sobre él he escuchado variadas opiniones, todas diferentes. Su personalidad, su forma de transmitir y enseñar, congruencia entre su forma de vivir y sus predicaciones, etc...
La mía, más allá de lo que fuera su carácter o concretamente su persona, es que en sus libros se pueden encontrar reflexiones tan directas y explícitas sobre elementos abstractos y líquidos en nuestra vida y que a mí me han ayudado, como es el concepto de felicidad, la alegría, el sentido de la vida, etc.
Aquí os dejo unos cuántos párrafos que me parecieron de lo más acertados:
La realidad
Esa neurosis que llamamos sociedad, civilización, cultura, educación, esa neurosis posee una estructura muy sutil. La estructura es así: te aporta ideas simbólicas de modo que la realidad se va nublando poco a poco, no ves lo real y empiezas a adherirte a lo irreal. La sociedad te dice, por ejemplo, que seas ambicioso; eso te ayuda a ser ambicioso. La ambición significa vivir en la esperanza, en el mañana. La ambición significa que hay que cambiar el hoy por el mañana. El día de hoy es todo lo que hay; el ahora es el único tiempo en el que eres, el único tiempo en el que serás. Si quieres vivir, es ahora o nunca. Pero la sociedad te hace ambicioso. Te envenenan desde la infancia, desde que empiezas a ir al colegio te incitan a ser ambicioso: hazte rico, sé poderoso, sé alguien. Nadie te dice que ya posees la capacidad de ser feliz. Todos te dicen que sólo tendrás la capacidad de ser feliz si cumples ciertas condiciones: tener suficiente dinero, una casa grande, un coche grande, esto y lo de más allá; sólo así puedes ser feliz. La felicidad no tiene nada que ver con esas cosas. La felicidad no es algo que se consiga; es tu naturaleza misma. Los animales son felices sin dinero. No son Rockefeller. Y ningún Rockefeller es tan feliz como un ciervo o un perro. Los animales no tienen poder político -no son ni presidentes ni primeros ministros-, pero son felices. Los árboles son felices; si no, habrían dejado de dar flor. Siguen dando flor; la primavera sigue llegando. Siguen bailando, cantando, ofreciendo su ser a los pies de lo divino. Su oración es continua; no cesan en su culto. Y no van a ninguna iglesia; no les hace falta. Dios va a ellos. En el viento, en la lluvia, en el sol, Dios va a ellos. Únicamente el hombre no es feliz, porque el hombre vive en medio de la ambición, no de la realidad. La ambición es una trampa, una trampa para distraerte. La vida real ha sido sustituida por la vida simbólica.
Las raíces de la desdicha
El ser humano desea ser feliz, y por eso crea la
desdicha. Si quieres salir de esa desdicha, tendrás que abandonar tu deseo de
felicidad; así nadie podrá hacerte desdichado. Ahí es donde falla Freud. No
comprendió que el deseo mismo de felicidad puede ser la causa del sufrimiento.
¿Cómo ocurre esto? En primer lugar, ¿por qué deseas la felicidad? ¿Y qué te
produce ese deseo de felicidad? En el mismo momento en que empiezas a desear la
felicidad, te alejas del presente. Te alejas de lo existencial, te trasladas al
futuro, que no está en ninguna parte, que aún no ha llegado. Te metes en un
sueño. Cierto que los sueños pueden resultar muy satisfactorios. Tu deseo de
felicidad es un sueño, y el sueño es irreal. Nadie puede llegar a lo real por
mediación de lo irreal. Te has equivocado de tren.
El deseo de felicidad simplemente demuestra que no eres feliz en este momento.
El deseo de felicidad simplemente demuestra que eres una persona infeliz. Y una
persona infeliz proyecta en el futuro que alguna vez, algún día, será feliz.
Esa proyección procede de la desdicha, lleva en sí las semillas mismas de la
desdicha. Es algo que sale de ti; no puede ser algo distinto de ti. Es tu hijo:
su cara será como la tuya; tu sangre circulará por su cuerpo. Será tu
continuidad. Hoy eres infeliz. Proyectas que el mañana será feliz, pero ese
mañana es una proyección tuya, de lo que eres hoy. Eres infeliz; el mañana
surgirá de esa infelicidad y serás aún más infeliz. Y naturalmente, con tanta
infelicidad volverás a desear más felicidad futura. Te verás atrapado en un
círculo vicioso: cuanto más infeliz eres, más desearás la felicidad; cuanto más
desees la felicidad, más infeliz serás. Es como la pescadilla que se muerde la
cola.
La alegría
Lo que normalmente consideramos alegría no es tal alegría; en el mejor de los casos podemos llamarlo entretenimiento.
Es simplemente una forma de evitarte a ti mismo. Es una forma de intoxicarte,
de sumergirte en algo para olvidarte de tu sufrimiento, de tus preocupaciones,
de tu angustia. Se piensa que todo tipo de entretenimiento te trae alegría,
pero no es así. Todo lo que venga de fuera no es alegría, ni puede serlo. Todo
lo que depende de algo no es ni puede ser alegría. La alegría surge de tu
interior. Es algo completamente independiente de las circunstancias externas. Y
no es una huida de sí mismo; es encontrarse consigo mismo. La alegría surge
únicamente cuando vuelves a casa. De modo que lo que se suele llamar alegría es
justo lo contrarío, lo diametralmente opuesto: no es alegría. En realidad
buscas diversiones porque no estás alegre. Máximo Gorki, uno de los grandes
novelistas rusos, fue a América. Le enseñaron un montón de cosas que habían
inventado los americanos para divertirse, para olvidarse de sí mismos. El guía
de Gorki esperaba que le encantara todo aquello. Pero cuanto más le enseñaban a
Gorki, más triste parecía. El guía le preguntó: -¿Qué ocurre? ¿No lo entiende?
Gorki dijo: -Lo entiendo… y por eso estoy triste. Parece que en este país no
existe la alegría, porque si no, no necesitarían tantas diversiones. Sólo las
personas tristes necesitan diversiones. Cuanto más triste se hace el mundo, más
necesitamos la televisión, las películas, las ciudades de oropel y tantas y
tantas cosas. Cada día necesitamos más el alcohol, cada día necesitamos más
clases de drogas, para evitar la desdicha en la que vivimos, para no
enfrentarnos a la angustia en la que vivimos, para olvidarlas. Pero olvidando
no se consigue nada.
La dicha
Busca la dicha; es tu derecho
inalienable. No sigas perdido en la jungla de los placeres; elévate un poco. Ve
en busca de la felicidad y después de la dicha. El placer es animal; la
felicidad es humana; la dicha, divina. El placer te ata, es una esclavitud, te
encadena. La felicidad te afloja un poco la cuerda, te da un poco de libertad,
pero solo un poco. La dicha es la libertad absoluta. Empiezas a avanzar hacia
arriba; te da alas. Dejas de formar parte de la grosera tierra; pasas a formar
parte del cielo. Te conviertes en luz, en alegría.
El placer depende de los demás.
La felicidad no depende de otros, pero de todos modos es algo distinto de ti.
La dicha no depende de nada, ni es nada distinto de ti; es tu ser mismo, es tu
naturaleza misma.
Buda Gautama dice: «Existe el
placer y existe la dicha. Renuncia a lo primero para poseer lo segundo».
Medita sobre esto lo más
profundamente posible, porque contiene una de las verdades más fundamentales.
Hay que comprender estas cuatro palabras, reflexionar sobre ellas. La primera
es placer, la segunda, felicidad, la tercera, alegría, y la cuarta es dicha.


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