Extracto del libro "Política para Amador", de Fernando Savater.
¿Coincidís? Porque yo sí, en cada palabra.
Este libro, junto con su homólogo llamado "Ética para amador", son dos tesoros que he empezado una y otra vez pero que al final siempre he dejado a medio leer, y no voy a poner excusas baratas: debería aprendérmelos de memoria.
Una buena amiga dijo que esos dos libros deberían ser de cabecera en secundaria. No podría estar más de acuerdo.
Su autor, Fernando Savater (http://www.fernandosavater.com/) "es un filósofo e intelectual español", concretamente del País Vasco.
"Ha sido profesor de filosofía durante más de treinta años y ha escrito más de cincuenta obras, entre ensayos políticos, literarios y filosóficos, narraciones y teatro, además de cientos de artículos en la prensa española y extranjera. Algunos de sus libros han sido traducidos a más de veinte lenguas. Está en posesión de varios doctorados honoris causaotorgados por universidades de España, Europa y América, así como de diversas condecoraciones, entre ellas la Orden del Mérito Constitucional de España, la Gran Cruz del Águila Azteca y es Chevalier des Arts et Lettres por el Gobierno de Francia. Ética para Amador, Política para Amador y Las preguntas de la vida, con las que ha tratado de acercar la filosofía a los jóvenes, se han convertido en auténticos best sellers".
Como siempre, para mí todo esto es simplemente un poco de información no más importante que aquello que transmite a través de sus obras, especialmente al público juvenil. Yo, como joven, me siento especialmente apelada con las palabras reflejadas al principio de la entrada.
Los siguientes párrafos también me han parecido especialmente remarcables, por eso los comparto con vosotros con la intención de que, como yo, os animéis a seguir leyendo este libro que tenemos en la red (http://www.iesseneca.net/iesseneca/IMG/pdf/fernando_politica_para_amador.pdf)
"Lo más natural para vivir como hombres es precisamente la sociedad. No se trata de elegir entre la naturaleza y la sociedad, sino de reconocer que nuestra naturaleza es la sociedad".
"De la naturaleza somos biológicamente productos, pero de la sociedad somos humanamente productos, productores y además cómplices... Ése debe ser el motivo por el que soportamos con más resignación los inconvenientes de la naturaleza que los de la sociedad: los primeros pueden resultarnos un fastidio o una amenaza, pero los segundos constituyen una traición...".
"Primer problema a resolver (o primera contrariedad a asumir, si lo prefieres así): la sociedad nos sirve, pero también hay que servirla: está a mi servicio, pero sólo en la medida en que yo me resigne a ponerme al suyo. Cada una de las ventajas que ofrece (protección, auxilio, compañía, información, entretenimiento, etc..) viene acompañada de limitaciones, de instrucciones y exigencias, de reglas de uso: de imposiciones".
"Atención: las leyes e imposiciones de la sociedad son siempre nada más (pero también nada menos) que convenciones. Por antiguas, respetables o temibles que parezcan, no forman parte inamovible de la realidad (como la ley de la gravedad, por ejemplo) ni brotan de la voluntad de algún dios misterioso: han sido inventadas por hombres, responden a designios humanos comprensibles (aunque a veces tan antiguos que ya no seamos capaces de entenderlos) y pueden ser modificadas o abolidas por un nuevo acuerdo entre los humanos".
"Además de instintos estamos dotados de capacidad racional, gracias a la cual podemos hacer cosas mucho mejores (¡y mucho peores!) que los animales. Es la razón la que nos convierte en unos animales tan raros, tan poco... animales. Y ¿qué es la razón? La capacidad de establecer convenciones, o sea, leyes que no nos vengan impuestas por la biología sino que aceptemos voluntariamente".
"Puede que el auténtico rasgo distintivo entre animales y (animales) humanos sea otro: el de que los animales se mueren y los hombres sabemos que nos vamos a morir".
"A diferencia de los demás animales, benditos que son, el hombre tiene experiencia de la muerte y memoria de la muerte y premonición cierta de la muerte. Por eso los animales «corrientes» procuran evitar la muerte pero ésta suele llegarles sin esfuerzo y sin alarma, como el sueño de cada noche; en cambio, los humanos no sólo tratamos de prolongar la vida, sino que nos rebelamos contra la muerte, nos sublevamos contra su necesidad, inventamos cosas para contrarrestar el peso de su sombra. Aquí reside la fundamental diferencia entre la sociedad de los hombres y las sociedades del resto de los animales llamados sociales: estos últimos han evolucionado hasta formar grupos para mejor asegurar la conservación de sus vidas mientras que nosotros pretendemos... la inmortalidad".
"Es evidente que lo propio de los humanos es una especie de inquietud que los demás seres vivos parecen no sentir. Una inquietud hecha en gran medida de miedo al aburrimiento: tenemos —hasta los más tontos— un cerebro enorme que se alimenta de información, de novedades, de mentiras y de descubrimientos; en cuanto decae la excitación intelectual, a fuerza de rutina, los más inquietos —¿los más humanos?— empiezan a buscar, al principio con prudencia y luego frenéticamente, nuevas formas de estímulo".
"Los remedios simbólicos, es decir, los que nos sirven de compensación y de cierto alivio ante la certeza del morir, son de dos tipos: religiosos o sociales".
"Te digo que las sociedades humanas funcionan siempre como máquinas de inmortalidad, a las que nos «enchufamos» los individuos para recibir descargas simbólicas vitalizantes que nos permitan combatir la amenaza innegable de la muerte. El grupo social se presenta como lo que no puede morir, a diferencia de los individuos, y sus instituciones sirven para contrarrestar lo que cada cual teme de la fatalidad mortal: si la muerte es soledad definitiva, la sociedad nos brinda compañía permanente; si la muerte es debilidad e inacción, la sociedad se ofrece como la sede de la fuerza colectiva y origen de mil tareas, hazañas y logros; si la muerte borra toda diferencia personal y todo lo iguala, la sociedad brinda sus jerarquías, la posibilidad de distinguirse y ser reconocido y admirado por los demás; si la muerte es olvido, la sociedad fomenta cuanto es memoria, leyenda, monumento, celebración de las glorias pasadas; si la muerte es insensibilidad y monotonía, la sociedad potencia nuestros sentidos, refina con sus artes nuestro paladar, nuestro oído y nuestra vista, prepara intensas y emocionantes diversiones con las que romper la rutina mortificante; la muerte nos despoja de todo y por tanto la sociedad se dedica a la acumulación y producción de todo tipo de bienes; la muerte es silencio y la sociedad juego de palabras, de comunicaciones, de historias, de información; etc., etc.. Por eso la vida humana es tan compleja: porque siempre estamos inventando cosas nuevas y gestos inéditos contra las aborrecidas pompas fúnebres de la muerte. Y por eso los hombres llegan a morir contentos en defensa y beneficio de las sociedades en las que viven: porque entonces la muerte ya no es un accidente sin sentido, sino la forma que tiene el individuo de apostar voluntariamente por lo que no muere, por aquello que colectivamente representa la negación de la muerte. Y también por eso los hombres sienten el aniquilamiento de sus comunidades como un triunfo de la muerte más grave y terrible que cualquier muerte individual... "
Y esto es sólo el principio del libro. Interesante, ¿no?
Ayer unos amigos y yo asistimos juntos a una charla bastante interesante (https://cartagenapiensa.es/conferencia-cerebro-mis-recuerdos-del-futuro-la-felicidad/), y en ella el ponente nos transmitió la idea de que los seres humanos vivimos de los recuerdos placenteros del pasado, de la visión positiva del presente y de las ilusiones del futuro. También resaltó que muchas personas nos sentimos ansiosas debido a la gran cantidad de estímulos conectados con expectativas de futuro que muy difícilmente se pueden ver satisfechas por proceder de la fantasía (un cuerpo perfecto, una pareja ideal, una vida sin sufrimiento...) y que la clave para evitar todo esto y para ser felices, en definitiva, es muy sencilla: la reflexión y la gratitud.
Hay otros elementos importantes, como la "eudemania" (certeza de tener un propósito o misión mayor que la supervivencia y la búsqueda del propio placer)y el placer biológico y psicológico.

Otra idea interesante fue la del origen de la sociedad... ¿a qué se debe? ¿en qué punto los seres humanos comenzamos a agruparnos, a transmitir ideas, a protegernos mutuamente...? ¿cuál es la clave? Unos dijeron que aquello ocurrió en el momento que apareció el lenguaje, por ejemplo. El ponente dejó pasar un momento de silencio."La confianza" , y ¿cómo se generó ésta? -"Con el descubrimiento del fuego"...¿eh?. Pues sí, y tiene una explicación muy sencilla: a través del controlar el fuego, perdimos el miedo a los depredadores. A través de poder vivir un poco menos atosigados por la idea no morir a cada segundo, los seres humanos fueron capaces de dedicar su tiempo a crear elementos, herramientas y al grupo. Antes del fuego esto no se veía aplastado por la sombra de los depredadores. Interesante también, ¿verdad?
Bueno, como he dejado pasar demasiados días sin publicar, hoy me he explayado.
Espero que con este post podamos reflexionar y dedicarnos unos minutos a pensar: "qué afortunado/a soy".
Elena Delgado.

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