No hay bien sin mal, no hay placer dolor, o luz sin oscuridad. No hay tranquilidad sin angustia, no hay amor si no hay rencor, si no hay rabia, si no hay odio. Porque al rechazar una parte de nosotros, aquella parte que nos han hecho creer malvada, repugnante, desmerecedora de cualquier tipo de contemplación… estamos rechazando también su polaridad, su contrapuesto… y de esa manera se pierde la totalidad. La totalidad del círculo se desmigaja, se quiebra, se rompe, se torna insostenible. Pero, es cierto, duele mirarnos. Duele integrarnos con todo aquello que hemos creído repulsivo por a saber cuántos años. Porque nos creemos igual de repulsivos, igual de indignos de aprecio, de amor, de cuidado, de atención.Yo acepto mi oscuridad, pero no dejo que me consuma. No la dejo salir demasiado, sólo a veces, un poco, cuando no puedo contenerla dentro de mí porque se apoderaría de todo mi ser. La dejo salir, a retazos, pero no permito que afecte a aquellos que están a mi alrededor más de lo necesario, porque cada cual ya tiene su propia lucha, como yo la tengo. Lucho contra creer que esto es una lucha. No lo es. No es una pelea, es un proceso de aceptación. De todo aquello que he creído inaceptable. Pero a veces merecemos estar enfadados, rabiosos, a veces hay que odiar, a veces hay que permitirse estar en un polo, para luego así regresar al centro, después de haber aprendido lo que es, lo que sucede allí. Y lo que allí sucede no es más que nosotros mismos, que nos hemos mirado en aquello inadmisible. Y hemos abrazado el dolor. Y lo hemos dejado ir…que es lo más difícil que existe, soltar, dejar, liberarnos de nosotros mismos para ser totalmente libres. Qué mayor libertad que amarse a uno mismo, completo.
Elena Delgado - Memorias de Hamburgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario