El títutlo de la entrada describe perfectamente mi experiencia con el libro que me estoy leyendo actualmente. Su autor, de origen húngaro y nacido en 1934, Mihaly Csikszentmihalyi (http://www.pursuit-of-happiness.org/history-of-happiness/mihaly-csikszentmihalyi/) lo tituló "Flow:Una psicología de la felicidad". Lo escribió hace ya 27 años y en él hace una precisa descripción nada obsoleta de las causas de la insatisfacción que nos acosa en nuestra sociedad y qué podemos hacer ante ella.
La verdad es que llevo solo 112 de las más de 400 páginas, pero no quiero evitar la ocasión de recomendarlo, pues es raro que si un libro me gusta al principio después me decepcione:
Si bien algunas veces cuesta seguir el hilo de las explicaciones, la mayor parte del tiempo esto no sucede. Habla de una manera bastante afable, sencilla y directa de esta sensación que a muchos nos ha acosado alguna vez: parece que en lugar de avanzar, retrocedemos, y que a pesar de que deberíamos sentirnos de lo más llenos y afortunados debido a la gran cantidad de descubrimientos y comodidades, en demasiadas ocasiones nuestros días se tornan pesarosos, rutinarios, tristes... llegando a preguntarnos qué sentido tiene, en realidad, todo.
Bueno...encontrar una respuesta a eso es más bien difícil y ya entra dentro de un sistemas de creencias individual, pero sin penetrar en explicaciones de tipo teológicas este hombre consigue acercarnos a lo que podría ser la idea central para conseguir ser felices: vivir el presente tomando un control consciente de nuestra experiencia actual.
Para los que quizá son un poco escépticos con este tipo de libros que muchos apodarían de "autoayuda", bueno, os dejo el link para descargar y vosotros mismo juzgáis: https://www.lectulandia.com/book/fluir-flow/ (por cierto, esta web es bastante recomendable para descarga de contenidos de lectura, yo la utilizo bastante).
¡Espero que lo disfrutéis tanto como yo!
Os dejo una de mis partes preferidas hasta ahora:
La falta de orden interno se manifiesta en una condición subjetiva que algunos denominan ansiedad ontológica o angustia existencial. Básicamente es un miedo a ser, un sentimiento de que no hay sentido en la vida y de que la existencia no vale la pena. Nada parece tener sentido.
Tradicionalmente el problema de la existencia ha sido enfrentado directamente por la religión, y un número creciente de desilusionados vuelven a ella escogiendo alguna de las creencias más comunes u otras variantes orientales más esotéricas. Pero las religiones sólo son intentos que han tenido un éxito temporal en manejar la falta de sentido de la vida; no hay respuestas permanentes(...). los que buscan consuelo en las iglesias existentes a menudo pagan por su paz mental con un compromiso tácito de ignorar lo que se sabe acerca de cómo funciona el mundo.
Y ¿por qué sucede esto a pesar de haber alcanzado milagros del progreso que no podríamos ni soñar, por qué parecemos más desamparados al enfrentarnos a la vida que nuestros antepasados menos privilegiados? La respuesta parece clara: mientras que la humanidad ha incrementado colectivamente sus poderes materiales cientos de veces, no ha avanzado mucho en términos de mejorar el contenido de su experiencia.
Para sobreponerse a las ansiedades y depresiones de la vida actual, los individuos deben independizarse del entorno social hasta un grado en el que no respondan exclusivamente en términos de sus recompensas o castigos. Para obtener esta autonomía una persona debe aprender a darse recompensas.
Tiene que desarrollar la habilidad de encontrar diversión y propósito sin tener en cuenta las circunstancias externas. Este desafío es a la vez más fácil y más difícil de lo que parece: más fácil porque la habilidad para hacer esto está al alcance de todas las personas, y más difícil porque requiere de una disciplina y perseverancia que han sido algo escasas en todas las épocas y tal vez lo son más aún en el presente. Y antes de todo esto, conseguir el control sobre la experiencia requiere un cambio drástico de actitud sobre lo que es importante y lo que no lo es.
Crecemos creyendo que lo que más cuenta en nuestras vidas es lo que va a ocurrir en el futuro. Los padres enseñan a sus hijos que si aprenden buenas costumbres ahora, cuando sean adultos la vida les irá mejor. Los maestros aseguran a sus alumnos que estas aburridas clases van a serles beneficiosas más adelante, cuando los estudiantes estén buscando trabajo.
La esencia de la socialización es hacer depender a las personas de los controles sociales, hacerlos responder de forma predecible a las recompensas y a los castigos. Y la forma más efectiva de socialización se consigue cuando las personas se identifican tan profundamente con el orden social que no pueden imaginarse a sí mismos rompiendo alguna de sus reglas. Al hacernos trabajar para sus objetivos, la sociedad se ayuda mediante poderosos aliados: nuestras necesidades biológicas y nuestro condicionamiento genético.
Los mensajes son muy diferentes, pero su resultado es esencialmente el mismo: hacernos dependientes de un sistema social que explota nuestras energías para sus propios propósitos. Aquí no cuestionamos que para sobrevivir, y en concreto para sobrevivir en una sociedad compleja, sea necesario trabajar por unos objetivos externos y posponer la gratificación inmediata. Pero una persona no tiene que convertirse por ello en un muñeco manejado por los controles sociales. La solución es liberarse de forma gradual de las recompensas de la sociedad y aprender cómo sustituirlas por recompensas que estén bajo el poder propio de uno. Esto no significa que debamos abandonar todos los objetivos que nos propone la sociedad; significa que además o en lugar de los objetivos con los que otros nos seducen, debemos desarrollar unos objetivos propios.
El paso más importante para emanciparse de los controles sociales es la habilidad de encontrar recompensas en los acontecimientos de cada momento. Si una persona aprende a disfrutar y a encontrar significado en la corriente incesante de experiencias, en el propio proceso de vivir por sí misma, el peso de los controles sociales cae automáticamente de nuestros hombros. El poder regresa a la persona cuando las recompensas dejan de estar delegadas a fuerzas exteriores a ella misma. Ya no es necesario luchar por objetivos que siempre están alejándose en el futuro y finalizar cada aburrido día con la esperanza de que tal vez mañana suceda algo bueno"
Elena Delgado.

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