domingo, 5 de noviembre de 2017

El reino del miedo - Berlín, 18 de febrero de 2017.

Empezar un proceso de conciencia es muy difícil. Pero cuando empiezas, es como ir cuesta abajo con una bicicleta… bajas hasta el fondo de ti mismo, a toda velocidad, puedes usar los frenos, pero de poco sirven, y puedes intentar tirarte de la bicicleta, pero al final sabes que esta interrupción sólo te llevaría al arrepentimiento por no haberte dejado llevar por la cuesta. Y esa cuesta o pendiente (que curiosos nombres, ambos…) se dirige al fondo de tu ser, donde está oscuro, y apenas se puede respirar, donde sabes que has escondido de todo, y que ese monstruo de terrible nombre, “el miedo”, tiene su reino allí establecido. Hablas, cantas, caminas, y de tu pecho obtienes la luz que ilumina este caminar, conforme sigues andando tu presencia también crece dentro de ti, y así dejas de estar vacío… estás creciendo en ti a través de conocer tu oscuridad e integrarla, aceptar y acoger esta parte de ti más desconocida, inhóspita y solitaria. Miras y ves la cantidad de desechos que en el pasado habías colocado allí, intentando llenar el vacío… una caja llena de tus ahorros y postales de viajes por aquí, un viejo ordenador que chispea por allá, un paquete de cigarrillos en lo alto de otra leja, esa colección de libros de fantasía que te ayudaban a soportar el desaliento de una vida gris, sin sentido ni magia… miras un poco más lejos y ves en un rincón la foto de aquella persona con la que confiaste tener un futuro sin sufrimiento, lleno de amor romántico, placer y lujos… Y te das cuenta de que esta soledad, a pesar de que a veces produce temor, de que conforme andas se presentan todas aquellas cosas escondidas, como la insatisfacción, el sinsentido, la desazón, el aburrimiento, el hastío, la culpabilidad, la falsedad, la mentira, la conveniencia… todo esto forma parte también de ti, y piden ser tus compañeras de viaje.

Yo, desconcertada, me doy cuenta de que no puedo eliminarlas a no ser que yo misma desaparezca también, por lo tanto, ¿qué hacer? Ellas irán detrás de mí, yo las controlaré, las observaré a mis espaldas, pero no dejaré que dictaminen nunca más mi rumbo o mi paso a través de mí misma.




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