“Pero, ¡¿qué haces…?! Si ibas bien, si sabes que no es de esta manera… ya no tiene solución, ya puedes darlo todo por perdido”
“¿Por qué no eres capaz de hacerlo bien si sabes cómo hacerlo? ¿Por qué te cuesta tanto controlar tus manos, tus dedos y tu boca?”
“Siempre viviendo en el pasado o el futuro, nunca en el presente… sabiendo que no es sano para tí, sigues ahí atascada.”
“Trata de mirar lo positivo, no centrarte en lo negativo, y de vivir y apreciar el momento, no tener miedo a lo que pueda pasar…”
“Siempre tan negativa, siempre tan nerviosa, siempre tan impaciente, tan temerosa, tan inestable, tan cansada y a la vez enérgica, tan incomprensible incluso para mí misma…”
Estos son algunos de los miles de pensamientos que pasan por mi cabeza a lo largo del día, más toda la cantidad de sueños y pesadillas más que simbólicas que muchas veces no me dejan descansar de noche.
Todo esto, y mucho más. Muchas veces proceden de una voz interior, otras muchas son las voces de otras personas quienes exponen estas palabras, más que conocidas y que no crean otra cosa más que frustración. Pero aquellos que no sufren de ello no saben hasta qué punto pueden herir, porque no es el desconocimiento o la desgana, sino la incapacidad de controlar los propios pensamientos y actos los que más nos hacen sufrir a las personas ansiosas.
Y querernos tal y como somos es muchas veces muy difícil, y aceptar que otras personas no puedan ni quieran acogernos tal y como somos… mucho más.
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