A mí, personalmente, me parece que expresa en pocas palabras la causa de la gran cantidad de problemas que surgen en el área interpersonal: la autenticidad.
El decir aquello que sentimos en el momento que lo sentimos, el expresar con claridad nuestros deseos y necesidades, el sentirnos libres para abrirnos y mostrarnos como somos por medio del lenguaje es algo que ha estado y sigue estando casi prohibido llegando a ser calificado como una clara falta de educación y consideración hacia la otra persona.
Yo digo que no es tanto lo que decimos, sino cómo decimos lo que decimos y cómo nos afecta lo que no decimos.
“Las emociones no expresadas nunca mueren. Son enterradas
vivas y más tarde volverán de peor manera.”
(Sigmund Freud)
El encontrarnos con personas auténticas, que nos hablen sinceramente y con respeto es algo bastante complicado actualmente debido al miedo al rechazo reinante.
Es un auténtico riesgo ser uno mismo o una misma.
Pero las consecuencias de no ser nosotros mismos y nosotras mismas no son sólo un riesgo, sino una patente realidad: no saber quiénes somos, pretender ser quienes creemos debemos ser... y al final no ser nadie.
"¿Sabes donde van las palabras que no se dijeron?
¿A dónde va lo que quieres hacer y no haces?
¿A dónde va lo que quieres decir y no dices?
¿A dónde va lo que no te permites sentir?
Nos gustaría que lo que no decimos caiga en el olvido, pero lo que no decimos se nos acumulan en el cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos.
Lo que no decimos se transforma en insomnio, en dolor de garganta. Lo que no decimos se transforma en nostalgia, en destiempo. Lo que no decimos se transforma en debe, en deuda, en asignatura pendiente.
Las palabras que no decimos se transforma en insatisfacción, en tristeza, en frustración.
Lo que no decimos no muere, nos mata.
Lo que no decimos se convierte en trauma, en veneno que mata el alma.
Lo que no decimos nos encierra en el pasado. Lo que no decimos se transforma en herida abierta".
(Anónimo)
Elena Delgado.

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